FOTO y GRAFÍA 1/4
FOTOSÍA. Parte 1
Crear debate sobre si la fotografía debe o no ser explicada es lo mismo que hablar sobre si está más buena la sandía o el melón.
De momento y para empezar recurriré a la imagen que tengo en el frontal de mi lóbulo occipital, enganchada con un clip. Aquella a la que me refiero cuando me siento maniatada y amordazada, carente, impotente pero sin miedo, sola conmigo, incluso con el resto.
Es buscar la emoción cuando la palabra se queda a medias.
La fotosía es la foto-poesía, la fotografía como poesía; la pausa, el aliento o la ausencia de él, la parálisis.
Es ese calor en la garganta que dilata tu esternón.
Es un instante de vértigo inexplicable.
La fotosía como tal es la llave a tu imaginativo. Es crear una escena completa a partir de ella, con su luz, su temperatura, su atmósfera de tristeza o de añoranza, de inquietud o incomodidad.
Es generosa.
Es la que no es nada en sí pero lo transmite todo, la que tiene autor/a pero no tiene dueñx, la que arrasa tu interior.
Es terciopelo, el comodín para tus días de crisis.
¿Qué necesidad tiene, pues, la persona observadora de que esa foto le sea explicada? ¿Qué palabras necesita cuando es la imagen la que da forma a lo inefable y guarda para siempre su secreto?
Y ¿qué necesidad tiene la persona que ha tomado la fotografía de explicar nada acerca de ella cuando se la está regalando a tus sentidos?
