Ricardo Ramírez: “Ver el boxeo desde los ojos de un niño”
Aprovechando este espacio que me ha brindado Disparafilm, hoy comienza una serie de reflexiones acerca del proyecto fotográfico que estoy llevando a cabo en el club de boxeo Aníbal González con el cual me gané el segundo puesto de la beca Disparafilm y quienes están financiando su realización hasta noviembre de este año. De mi parte trataré de mostrar el proceso, los pensamientos y las decisiones que vaya tomando en el proceso de creación y documentación de esta serie.
Hace un año comencé a hacer fotos en el club de boxeo. Fue algo más intuitivo que otra cosa: no había una proyección a futuro con lo que estaba haciendo, al menos no en mi mente. Sólo sentía que había algo que contar, porque es un espacio que no sabemos cuánto tiempo más estará entre nosotros. De hecho, Aníbal González me contó hace poco que en la pandemia, una empresa de telecomunicaciones le hizo una propuesta para colocar una torre en la mitad del club, dejándole sólo el ring de pelea. Era mucho dinero mensual y que iría subiendo con el paso de los años, pero también era, en sus palabras, “dejar incompleto el club”. Su respuesta final fue “no”.
“Yo soy como el drogadicto, a mí dejénme en mi droga”, contaba Aníbal, en una respuesta a la que vuelve constantemente cuando se le pregunta por qué mantiene el club desde hace más de treinta años.
Este espacio se ha vuelto una parte importante para muchas personas, casi es una huella indeleble en diversos casos. Este es uno de los sentimientos que más busco captar en este proyecto. Además, un factor muy importante para el sostenimiento de este espacio es la comunidad que lo rodea la cual está integrada tanto por personas del barrio El Espinal, lugar donde se encuentra ubicado el club, como de habitantes de otras zonas de Cartagena de Indias.
Una parte importante de este grupo de personas está integrada por niños y adolescentes que rondan entre los ocho y los quince años, quienes entrenan boxeo varios días a la semana. La presencia de ellos en este espacio es vital ya que representa, entre otras cosas, la herencia que sigue tejiendo el club de boxeo a lo largo de los años. Tanto así que uno de los actuales entrenadores ha estado en el club desde que tenía ocho años de edad, hoy tiene treinta.
Es visible que este deporte, así como otros, les imprime una constancia y pasión por la actividad física en sus entrenamientos diarios. Pero el boxeo tiene una contradicción importante: es una disciplina que se basa en los combates, es decir en pelear a los puños con otra persona, en este caso con otro niño/niña. Aparte es demandante físicamente, ya que la mayoría del tiempo es anaeróbico, por lo cual constantemente estás realizando un trabajo físico sin oxígeno. Es un deporte que exige fuerza, velocidad y agilidad al mismo tiempo. Tras los combates, el rostro suele ser el más perjudicado, de ahí el dicho de la “nariz de boxeador”.
Todo esto lo pienso para preguntarme, ¿qué lleva a un niño/niña a decidir que quiere entrenar boxeo?
Para varios de estos chicos, el deporte es un sueño, una distracción, un juego o un pasatiempo. Lo curioso de este espacio es que es muy variado: hay personas de todos los estratos sociales, por lo que las motivaciones cambian mucho según cada persona. Además, los estímulos de los niños van cambiando con el paso de los años, según cómo va siendo su evolución dentro y fuera del ring de pelea.
¿Cómo ver el boxeo desde los ojos de un niño? Esta es una de las preguntas que espero poder responder en el camino del proyecto fotográfico. De momento, sigo escuchando y viendo el entorno de los chicos que entrenan en el club de boxeo. Ellos, junto a otros seres, serán los protagonistas de este trabajo.
Nota técnica: Las fotos mostradas en este trabajo han sido de las últimas reveladas del proyecto. Fueron hechas con Tri-X 400 y Tmax 400 (forzado a 800). Revelados por mí mismo con X-Tol y Tmax Dev respectivamente. Fueron hechas con mi Nikon Fm2n con un sigma 24mm 2.8 y un Nikkor 50mm 2.
Desde Disparafilm no nos queda otra que felicitar a Ricardo por este trabajo y quedarnos con muchas ganas de seguir leyendo y disfrutando de sus fotografías.
¿Qué te ha parecido?