Sobre trípodes, cámaras y objetivos grandes
La mayoría de las veces que escribimos o hablamos sobre fotografía contamos cómo hicimos una foto, tanto la parte técnica, carrete, cámara, formato, diafragma, velocidad… El estilo, streetphoto, larga exposición, paisaje, retrato… Como la parte poética, los sentimientos que nos hizo sacarla, los recuerdos que nos trae, la historia del lugar… Pero poco se cuenta de la experiencia de sacar esa foto, principalmente en lo que a la relación con los que están alrededor de esa foto se refiere.
Me explico: Llegas al paseo de una playa, con una islita al fondo, aves volando y una nube blanquísima cerca de un sol limpio, que con los pertinentes filtros para oscurecerlo un poco salga un círculo perfecto y se vea todo estupendo. El caso es que bajas la mochila, bajas una funda larga, la abres y sacas un trípode, que montas y le pones encima una cámara. ¿Qué sucede a un metro de ti y esos artículos? ¿Qué sentimiento produce alrededor?
En mis experiencias al respecto, siempre he visto inicialmente curiosidad, y mucho respeto a quien está preparando la foto, apartándose e incluso pidiendo disculpas por pasar por delante de la foto. Si en ese momento asaltas a las dos o tres personas que pasan por al lado tuyo y están mirando y les preguntas: ¿Qué sentimiento le produce el ver a alguien sacando una foto que le lleva un tiempo preparar, que no esconde su intención? La mayoría responden lo mismo: Curiosidad y agrado. ¿Agrado? ¿Por qué?
Cada uno da una explicación diferente, pero todos concuerdan en que es placentero ver a alguien realizar una obra artística, desde un cuadro, una figura, un baile…. Hasta una fotografía.
A mí me encanta hablar con las personas que se ponen alrededor a ver qué sucede, y les pregunto qué les parece, y todos comentan que les gusta la situación, salvo alguno que menciona que tiene derecho a la intimidad, tiene derechos sobre su imagen, y que puede pasar por donde quiere sin que se le pueda llamar la atención. Pero eso ya será otro artículo.
