6 fotos en gran formato (Segunda parte)
Retomando nuestra aventura desde que acabamos las fotos de la fábrica (que podéis leer en este enlace); recogimos todo y subimos a la cima del castillo de Chinchilla, ya que había tenido una idea para una foto. Como la luz estaba bajando bastante deprisa, fuimos a hacer esta foto con mucha rapidez, corriendo a sacar las cosas del coche, preparar todo, hacer la foto y volver para casa.
Esto fue el resultado (en parte fallido) de la foto:
Bien, aquí viene la reflexión. Habéis visto todo el proceso para únicamente disparar las fotos, pero tras eso vino una sesión apañada de revelado con rodinal 1+50, y tras esa, al no tener escáner, una buena sesión para hacer unos contactos. Todo este esfuerzo (e inversión económica asociada) para hacer 6 fotos, que la gran mayoría de gente las haría con el móvil y les tomaría una fracción del tiempo que he tomado en hacerlas. ¿Merece la pena el esfuerzo de utilizar ya no una cámara de gran formato, sino una cámara analógica en general?
En mi opinión, depende mucho de la persona. Obviamente que un móvil va a dar más que suficiente calidad si lo que queremos es subir las fotos a nuestras redes sociales, y si el destino de nuestras fotos es verlo en una pantalla de 1080 píxeles (como son los móviles), da igual que tenga el detalle que una cámara de gran formato que un detalle mediocre, y es por ello que la elección más racional sería la de una réflex digital o móvil, teniendo en cuenta la relación calidad/esfuerzo.
En contra, si queremos dar mucho impacto a una foto física de gran tamaño (por ejemplo, 40x50cm o más), lo que sí que necesitamos es que tenga mucho detalle, cosa que el analógico, especialmente el medio y gran formato, puede aportar con relativa facilidad. Una foto con gran detalle atrae la atención del espectador y hace que se interese por ella, y se sumerja en todo ese detalle. En cambio, una foto donde no hay tanto detalle y nitidez, en cuanto nos acerquemos, va a resultar poco interesante o incluso va a provocar que nos alejemos a contemplar únicamente la imagen en general. Ahora, a todo esto, la gente que va a producir imágenes de ese tamaño normalmente somos los fotógrafos, y somos los pocos que podemos apreciar el detalle de una foto tan grande. Puede parecer poco, pero ver la textura de los ladrillos en una foto como las de la fábrica es una sensación difícil de replicar de otra manera, ya que la nitidez y resolución necesaria es muy difícil de conseguir en un sensor digital de 35mm.
Es por ello que el analógico pervive entre los fotógrafos, ya que para nosotros la relación calidad/precio pasa a ser algo secundario cuando queremos hacer imágenes que perduren en el tiempo, ya sean como los paisajes de Ansel Adams, las miradas de Steve McCurry o las escenas de Vivian Maier. Además, el hecho de tener un negativo físico hace que nuestras fotos no estén limitadas en calidad por nuestro escáner. Es decir, si dentro de 10 años la tecnología de escaneo mejora, podremos ver detalles nunca vistos (quitando que hayamos positivado esa foto en el cuarto oscuro con un buen objetivo). Además, los negativos son a prueba de fallos electrónicos, así que, si nuestro disco duro donde están las fotos se estropea y es imposible recuperar las fotos, solo hace falta reescanear los negativos.
Pese a todo esto, pagamos un precio elevado, comparado con la fotografía digital, para disfrutar de un proceso histórico y que anda por la cuerda floja, entre la desaparición y la extinción por el desinterés de algunas compañías y el monopolio en otras. Precio que muchos de nosotros asumimos, por amor a mantener este proceso vivo.
En vuestra opinión, ¿el analógico merece el esfuerzo requerido?