El papel de la fotografía analógica en la era digital II*

Si bien ya había escrito unas primeras impresiones acerca del papel de la fotografía analógica en la era digital, no dejan de sorprenderme los motivos e intereses por los que muchos jóvenes, nativos digitales, eligen expresarse a través del film por sobre los pixeles.

Claramente no soy la persona más adecuada para opinar al respecto, ya que ingresé al mundo de la fotografía cuando el revelado de las sales de plata representaban la última tecnología en procesos fotográficos, y nunca incursioné en la fotografía digital, por lo que poco puedo entender acerca de los vericuetos, posibilidades y restricciones que ésta ofrece. Pero luego de escuchar a varios jóvenes fotógrafos y fotógrafas, puedo hacerme una idea (seguramente errada) de sus puntos de vista.

Lograr una buena fotografía siguiendo el proceso completo por medios químicos lleva su tiempo. Empezando por el cuidado en la toma, donde las únicas herramientas para asegurarse que los resultados sean los deseados son la imaginación, a través de la previsualización, y, en el mejor de los casos, algún respaldo con material instantáneo Polaroid. El revelado de la película, que quien lo realiza personalmente sabe que si bien son pasos que se ejecutan sistemáticamente, si no se cuenta con una procesadora automática, requiere de constante atención, por el agitado, control de tiempos, temperaturas, etc. Y luego el positivado, donde se pueden destinar muchas horas encerrado en el cuarto oscuro realizando todas las pruebas necesarias para obtener una buena copia. Sí, una buena copia. Porque este último proceso hay que repetirlo para cada foto diferente que se quiera obtener.

La llegada de la fotografía digital fue bienvenida no sólo por la reducción de costos, sino porque permitía justamente acortar los tiempos. Se puede finalizar una sesión de tomas con la certeza de haber obtenido lo que se buscaba, ya que es posible verificar in situ el resultado. Y luego el postprocesado en la computadora que puede realizarse más rápidamente que antes. Y, sobre todo, la posibilidad de “deshacer” un paso simplemente presionando una tecla si algo no sale como se esperaba.

Pero este proceso se fue especializando hasta el punto de poder ser llegado a considerar como tedioso. Es que una buena foto elaborada incorporará un proceso de revelado digital, para asegurarse de obtener correctamente toda la información disponible en la toma. Y luego sí, horas frente a la pantalla para obtener una imagen con la apariencia y estilo personal deseado.

Ante esta situación, un proceso híbrido puede prometer resultados distintivos rescatando simpleza y rapidez del proceso analógico. Sí, aunque suene raro, simpleza y rapidez, como atributos asociados a la fotografía por medios químicos. Simpleza porque la apariencia final de la fotografía no hace falta lograrla por medio de la aplicación de diversos filtros digitales, sino que se determina directamente con la elección de la película, considerando sus características de reproducción de tonos y colores, contraste, grano, etc. Rapidez porque, luego del revelado, que esta parte no se puede omitir, sólo basta con tener perfeccionado el proceso de escaneado, ya sea en forma casera o a través del servicio de un laboratorio profesional.

Y poco más que eso, ya que la gracia estaría justamente en no desvirtuar el producto obtenido con grandes intervenciones en la edición posterior. De esta forma, son válidas, y hasta apreciadas, aquellas sorpresas que pueden aparecer en los resultados, ya sean debido a la variabilidad de los diferentes parámetros de los procesos químicos, como del error, la experimentación o la alteración intencional de los materiales.

Entonces, queda claro que el rumbo de la perfección en la reproducción técnica de la imagen ha migrado hacia la tecnología digital. Por lo que la fotografía analógica, para persistir, tiene que abrirse paso con características propias. Y con esto no quiero decir que no puedan lograrse fotografías analógicas de altísima calidad, que obviamente abundan los ejemplos. Sino que si lo que se busca es ese tipo de objetivo, hay caminos más sencillos y caminos más complejos. Pero a la hora de escoger el camino de la película y las sales de plata, no sería para obtener resultados similares a la fotografía digital, sino por encontrar apariencias diferentes. Y, sobre todo, por disfrutar de la experiencia.

 

*El artículo original puede verse en Las nueve musas.

 

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Ariel Till

Nací en Buenos Aires, Argentina, en 1968. Inicié mis estudios de fotografía en 1984, realizando los cursos Básico, Superior y de Iluminación en el Foto Club Argentino. En 2016 asistí al workshop “La fotografía como Arte Contemporáneo”, en la galería Rolf Art.

En 2006, la Federación Argentina de Fotografía me otorga la distinción Artista FAF.

A partir de 2008, actúo como jurado en los concursos fotográficos organizados por el Nuevo Foto Club Argentino.

Desde 2010 publico en el blog “Un poco de luz”, donde escribo acerca de fotografía y desde 2016 participo como redactor en la revista digital Las nueve musas.

He realizado las varias exposiciones individuales y colectivas. Las más recientes fueron “Filialidad” (Ciclo de muestras online Nuevo Foto Club Argentino, 2020), “Eclecticismo Vacacional” (Nuevo Foto Club Argentino, 2018), “Biografía” (Nuevo Foto Club Argentino, 2015) y “Diversidades” (muestra colectiva, Espacio Cultural Nuestros Hijos, ECuNH, 2015).

En 2021 publiqué el libro “Biografía/Filialidad”.

https://www.instagram.com/tillari/
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