Hassel sale de paseo: ‘Historia de la Fotografía’, de Beaumont Newhall

Hassel sale de paseo es un tributo a mi amigo y maestro Norberto López, fundador de Dinasa Elche. Hassel se llamaba el perrito que lo acompañaba siempre en el taller de reparación. Pequeño, suave y tranquilo. Un Platero perruno. Muchas veces, cuando hablaba por teléfono con él, me decía que tenía que sacar a Hassel de paseo. Y me hacía mucha gracia.

Beaumont Newhall fotografiado por Edward Weston

Cuando falleció en 1877 estaba haciendo traducciones del idioma asirio, y la mejor nota necrológica sobre el inventor del sistema de negativo y positivo en la fotografía no apareció en ninguna revista fotográfica, sino en las Transactions de la Society for Biblical Archaeology.
— Beaumont Newhall

Con esas palabras se ocupa Beaumont Newhall del final de los días de William Fox Talbot, uno de los héroes-inventores de la fotografía. Siempre me ha conmovido la historia del progreso técnico durante siglo XIX. Y siempre me ha apasionado la calidad polivalente de las personas que participaron en ello. Es normal que estas sociedades avanzadas tuvieran un orgullo y seguridad en sí mismas que se les saliera del pecho. No por casualidad a los 25 años comprendidos entre 1890 y 1914 se les llamaron la Belle Epoque, y no por casualidad el positivismo se convierte en religión para quienes estudian la Historia… ¡El ser humano no tiene techo!

Escapan a mi comprensión gran parte de los fundamentos científicos de los adelantos técnicos que Newhall narra en la primera parte del libro: No me importa, porque yo estoy viendo otra película, que es la de la Historia del siglo XIX y, más bien, la historia del hombre cccidental en el siglo XIX. Por momentos, me parecía que estaba leyendo una historia de Occidente escrita por Eric Hobsbawm o Jürgen Osterhammel, porque el nacimiento y desarrollo de la fotografía durante los primeros cincuenta años de vida son epítome de los devenires que dieron en parir al siglo XX. Y de esos vientos, las tempestades que vinieron.

Darwinismo y liberalismo, la certeza desplaza a la fe, el optimismo hace pensar en las nubes... El hombre está seguro de sí mismo y confía en su inteligencia, en el progreso. - "¿El hombre?". Ya estamos, diría un historiador de hoy: -“Dirás que es la historia del hombre acaudalado de Alemania, GB, Francia y EEUU, ¿no?”. No sabemos, si nos atenemos a lo que nos cuenta Newhall si, aparte de esos países, durante prácticamente los primeros 50 años de fotografía hay algo más, porque aunque los adelantos técnicos sí que vinieron de allí, nada se dice sobre si en otros sitios algún fotógrafo o fotógrafa participaba de lo que sería digno de recoger en una Historia de la Fotografía.

Pero el libro es corto, muy profuso en fotos, y muy bien escrito. Incluso lo veo en el lenguaje y el tono un poco apolillado; y le sienta bien.

Primera parte

Hasta prácticamente llegar a comienzos del siglo XX, el discurso de Newhall es técnico; más que censurar, es preguntarme a mí mismo qué opciones hay de usar otro enfoque para los primeros decenios de vida del medio. Abundan aquí las historias de héroes: inventores, químicos, trotamundos cargados con toneladas de material, y los pesimistas. Sobre este respecto, las “providencias” de Baudelaire son el ejemplo de libro:

Si a la fotografía se le permite complementar al arte en algunas de sus funciones, pronto lo habrá suplido o corrompido totalmente... Es ya hora, pues, de que regrese a su verdadero deber, que es el de servir a las ciencias y a las artes... Pero siendo una muy humilde sirvienta, como lo son la imprenta y la taquigrafía, que ni han creado ni han complementado a la literatura. Déjesela apresurarse a enriquecer el álbum del turista, y restaurar a su mirada la precisión de la que pueda carecer su memoria; déjesela adornar la biblioteca del naturalista y ampliar a los animales microscópicos; déjesela aportar información que corrobore las hipótesis del astrónomo; en pocas palabras, déjesela ser la secretaria y la empleada de quien necesite una exactitud objetiva y absoluta en su profesión: hasta ese punto, nada podría ser mejor. Déjesela rescatar del olvido a esas ruinas vacilantes, a esos libros, impresos y manuscritos que el tiempo se devora, cosas preciosas cuya forma se está disolviendo y que exigen un lugar en los archivos de nuestra memoria: recibirá el agradecimiento y el aplauso. Pero si se le permite la intrusión en el dominio de lo impalpable y de lo imaginario, o sobre cualquier cosa cuyo valor dependa tan sólo de agregar algo al alma de un hombre, entonces será peor para nosotros.

Decía: ¿Qué hay que contar en una Historia de la Fotografía? Avances técnicos, artistas, usos para la población, para el gobierno, economía, cambios en la sociedad catalizados por el medio, su relación con la pintura o con otras artes, su reconocimiento como un arte… Bueno, todo esto que digo es comprensible, sobre todo a día de hoy, y con la historiografía de hoy, prácticamente 100 años después del libro de Newhall. Así que más que una censura, me sirvo de esta observación para visualizar de qué manera ha evolucionado la ciencia histórica.

Segunda parte

La segunda parte del libro es muy distinta. Aquí el autor se ocupa de los grandes nombres que ha dado el medio, y lo que hicieron con esos adelantos. Eso en líneas generales, porque, además de un enfoque diacrónico, se suceden en la segunda parte acercamientos temáticos: máquinas pequeñas que ahora permiten al operador hacer “fotos cándidas”, el color, reportaje, la fotografía como arte…

Luego están los temas de siempre, que ve uno que son tan antiguos como el propio medio, verbigracia, el debate sobre el retoque:

Aunque casi todos los fotógrafos creían que esa práctica era «detestable y costosa», para citar a Nadar, el retoque se convirtió en una práctica rutinaria, porque las personas que posaban ahora exigían que el registro a menudo duro y directo de la cámara se aliviara, que se quitaran los defectos faciales y desaparecieran las arrugas de la edad. Además de retocar el negativo, las copias eran a menudo pintadas con pigmentos opacos; cada uno de los principales estudios solía emplear a diversos artistas como «coloristas».

Beaumont Newhall, Ansel Adams y Willard Morgan en Barbara's Studio.

Así que, a comienzos del siglo XX todo está preparado para que la fotografía asalte a las masas: ya hay tecnología como para construir pequeñas cámaras de fotos, y eficiencia como para producirlas a precio contenido. La industrialización se ha quitado la camisa, y su musculatura es grandiosa:

Se afirmó que la Compañía de Albuminización de Dresde, que era la mayor del mundo, consumía sesenta mil huevos por día.

o….

La Automatic Photograph Company de Nueva York se jactó en 1895 de que podría producir 157.000 copias fotográficas terminadas en una jornada de trabajo de diez horas. Un rollo de papel bromuro, de 3.000 pies de largo y 36 pulgadas de ancho [aproximadamente 1.000 m por 91 cm], era «alimentado, con dos o más negativos y luego automáticamente presionado hacia arriba por una plancha contra el negativo; al mismo tiempo era automáticamente expuesto a la luz de bombillas eléctricas incandescentes situadas sobre el negativo y luego desplazado a una adecuada distancia hasta un nuevo sector, donde era expuesto y finalmente enrollado en otro cilindro».

A partir de aquí, la parte técnica se queda en segundo plano, para dar paso a centrarse el autor en qué hace la sociedad con ese medio que ha creado: documentalismo, periodismo, ¡el cine!, moda, sociedad: me llama la atención que no haya aludido a otros usos, como por ejemplo el que hicieron los Estados para identificar a su población. En esta segunda parte, los nombres de los héroes y heroínas que se dejan la salud probando químicos dan paso a grandes nombres de la Fotografía: Stieglitz, Atget, Steichen, Evans, Strand, Lange, Abbott, Hine… y tantos otros del Olimpo.

De cómo se crea el medio, a qué hace el ser humano con el medio.

Dejemos la pintura al pintor, y procuremos —con medios fotográficos— crear fotos que se sostengan por sí solas debido a su carácter fotográfico, sin pedir prestado nada a la pintura. (Renger-Patzsch).

Dejemos la pintura al pintor, y procuremos —con medios fotográficos— crear fotos que se sostengan por sí solas debido a su carácter fotográfico, sin pedir prestado nada a la pintura.
— Renger-Patzsch
Isidoro Villena

Isidoro Villena Reinoso es ingeniero informático aunque tiene alma de historiador. Apasionado de la Historia del siglo XX, en especial las dos guerras mundiales, ha traducido del alemán dos libros para la editorial Salamina y mantiene un blog de reseñas libros de Historia del siglo XX desde el año 2008. Ha traducido artículos para la revista Desperta Ferro y publicado en el portal literario Zenda. Desde hace unos años es aficionado entusiasta de la fotografía, en especial analógica, y centra su interés en el significado de la fotografía a lo largo de la Historia, y de la imagen en general.

http://isidorovr.blogspot.com/
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