Ciudad: Madrid
Horario:
Martés a viernes: 16.30 – 20.30 h
Sábados: 12.00 – 15.00 h / 16.00 – 20.00 h
Lugar: Le Mur (C/Amaniel 20, 28015 Madrid)
Web: Le Mur Gallery
Telefono: 911 375 098
email: info@lemurgallery.com
Entrada: Libre
El título, tomado del poema de Walt Whitman “Canto a mí mismo” nos introduce en los proyectos de dos mujeres artistas que utilizan la herramienta fotográfica para multiplicar su cuerpo, descomponerlo, enmascararlo y reproducirlo sin límites preconcebidos.
El propósito es indagar en el yo, en sus debilidades y contradicciones, pero también en su historia y capacidad de hibridación. Convertirse en otra, en mezcla, en muchas. Flexibilizar los bordes y reinventarse.
La identidad se manifiesta en el presente continuo arroyada por la inmediatez de la cotidianidad, por eso es necesario pararse de vez en cuando, ver sus variadas dimensiones y cuestionar la coherencia entre ellas. Ana Matey e Irene Zottola emprenden esta tarea desde la experimentación con antiguas técnicas fotográficas (Van Dyke, cianotipia, quimigrama, fotograma) que implican un procedimiento de ensayo y error prolongado y la inclusión del factor sorpresa en los resultados. La investigación matérica y procesual en las imágenes obtiene su correspondencia reflexiva en la búsqueda identitaria: los tiempos lentos y caminos fortuitos revelan facetas y matices del yo desconocidos hasta el momento. De alguna manera, actúan como un espejo de la realidad interna que amplía su alcance y evidencia su polimorfismo.
En la serie Evolución: dar vueltas hacia afuera, Ana Matey se comprende a partir de un conjunto de elementos que se combinan para dar lugar a seres híbridos cercanos a la ficción. Su modus operandi consiste en largos periodos caminando y recolectando de forma casi obsesiva. Al principio recopila restos orgánicos de pétalos y flores caídas rescatadas de tres continentes.
Entre las localizaciones se encuentran Marruecos, México, Puerto Rico, Paraguay, Brasil y distintos países de Europa. Con el tiempo introduce el cuerpo humano a través de sus propias radiografías fragmentadas y, finalmente, añade residuos tecnológicos, desde interiores de teclados hasta ratones de ordenador. Fiel al discurso que impregna toda su obra, busca el equilibrio entre lo natural y lo artificial mediante procesos no invasivos.
El método cuestiona la fotografía en sí misma al no haber utilizado cámara en ningún caso. Las imágenes se obtienen a partir de quimigramas y fotogramas, revelados con las técnicas de la cianotipia y Van Dyke, en los que dibuja con los químicos y aporta las texturas de los distintos pétalos, plantas y placas médicas. La experiencia del recorrido en la memoria y el cuerpo se traduce en impresiones sensoriales que se trasladan a los objetos configurando posibles capas del ser.
La concatenación de gestos corporales similares, mostrados a una distancia mínima, es la clave del proyecto de Irene Zottola Nadie es visible sobre la tierra. El título se corresponde con un verso del poema El abandono de la argentina Alejandra Pizarnik y alude a la fragilidad que nos define como individuos apenas perceptibles en la inmensidad del espacio tiempo. En resonancia con uno de los versos, los autorretratos de Zottola escenifican un “abandono en suspenso” materializado a través de la delicadeza y la transparencia del papel japonés.
En las imágenes, la artista nos muestra diferentes secuencias de su yo en un ejercicio experimental e introspectivo que desemboca en la repetición dinámica de su figura. Zottola se expande y contrae, se deja caer, avanza en círculos, se cruza con su doble, se desvanece y emerge con fuerza. Abre y cierra el telón de la subjetividad.
Es luz y sombra, líder y seguidora, una y todas. Su desnudez enfatiza el aspecto vulnerable del cuerpo expuesto a la arbitrariedad vital de los habitantes del mundo. En resonancia conceptual con el discurso, las copias están hechas a mano mediante el procedimiento fotográfico monocromo de la cianotipia, usando sustancias como el café y el té en el virado para aportarles un aspecto terroso. La artista juega con pliegues y superposiciones para acentuar el sentido cinético y fusionar los sedimentos de su existencia en una sola piel.
Texto de Nerea Ubieto